Hace cuatro horas que te fuiste,
y tu olor sigue pegado a mis dedos,
déjame fumarme un Alatriste,
permite que me escape sin que me atenacen los miedos.
Y pienso en dejar todo de lado,
que sois adultos, joder,
ya os apañaréis sin mí, que soy como un cigarro
que se fuma y se tira a la intemperie del llover.
Por eso os invito a todos vosotros
a bailar ahora que aún queda tiempo,
a codearse mientras haya codos,
que las mayúsculas aguantan mientras quede resentimiento.
Siempre habrá un sabor,
y eso quedará en la papila que es el recordar.
Matemos pues al cerdo de no dominar el timón
y que mañana se despierte quien dé en pensar.
Y todavía, todavía! Se puede cantar pensando en prohibir,
viajar lejos e intentarlo de nuevo,
marear el mapa, jugar al futbolín,
sentir que hay algo que marca el centro.
Esto lo digo por todos vosotros,
porque aceptar que vas descalzo es admirable,
y si te miran con otros ojos
siempre te quedarán las calles.
A ti, el de los ojos color miel,
canta y no llores,
porque el regusto de la hiel
se pasa mejor entre rimas y con flores.
A ti, el que corría y aún no llega,
que sepas que el final es una sucia mentira,
porque el camino ya es suficiente meta
y el podio está hecho de madera podrida.
A ti, el que juega con las luces,
que la melodía te cuide el alma, que para algo está,
y si la vida en general te cruje
piensa entonces en exprimir la soledad.
A ti, la que me sostiene,
no te digo nada más,
bueno, que la grava del asfalto me frene
un segundo antes para que te pueda memorizar.
A ti, que me enseñaste tantas cosas,
que se puede caminar tras un tropiezo,
que el legado no es un montón de rosas,
que no es buena idea escupir hacia el viento.
Y tú, que trajinas al comer,
me diste la oportunidad.
No sé si la aproveché,
cuando nos veamos ya me lo reprocharás.
A ti, que vaciabas los vasos de un trago,
que leías en mi cabeza,
que tocabas la vida como un piano,
que aguantabas todo sin aguantar la cerveza,
te deseo que todo te vaya bien,
y que los parásitos sean trabajadores
porque sino yo después me reencarnaré
y les soplaré los cerrojos y los goznes.
El caso es que pienso en cuando leáis estas chorradas,
en el momento en que ya haya muerto,
y os preguntéis si yo era un borracho de faldas
o un vidente que nació tuerto.
Ya os digo que os veré, sonriendo,
pensando en bajar y daros un buen capón,
porque ni entendisteis nada ni queriendo,
y no me haréis respeto negando al pájaro cantor.
Espero que me leáis.
Alberto Clavería.