-Hola, qué hay -dije-, me llamo... Bueno, Raoul Duke... sí, está en la lista, seguro. Comida gratis, sabiduría total, cobertura absoluta... ¡por qué no? Traigo conmigo a mi abogado, y, ya sé, claro, que su nombre no está en la lista, pero tenemos que ocupar esa suite, sí. Bueno, este hombre en realidad es mi chófer. Trajimos este Tiburón Rojo desde el Strip y es hora ya de que descansemos, ¿no? Sí. No tiene más que comprobar la lista y verá. No hay ningún problema. ¿Qué pasa? ¿No me oye?
(...)
Sucedían cosas terribles a nuestro alrededor. Justo a mi lado, un reptil inmenso mordisqueaba el cuello de una mujer, la alfombra era una esponja empapada de sangre... imposible caminar sobre ella. Uno no podía asentar los pies en aquello.
-Hay que pedir unos zapatos de golf -murmuré-. Si no, nunca saldremos vivos de aquí. Te has fijado que esos lagartos andan sin problemas sobre esa basura... eso es porque tienen garras en los pies.
-¿Lagartos? -dijo él-. Si crees que tenemos problemas ahora, espera un poco y verás lo que pasa en los ascensores.
Se quitó las gafas de sol brasileñas y me di cuenta de que había estado llorando.
Hunter S. Thompson,
Miedo y asco en Las Vegas
2 comentarios:
acabo de descubrir tu blog, y tengo que reconocer que no está nada mal...
Adoro este libro con todo mi ser.
Y me gusta tu blog.
Y eso.
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