No te pido que me hables,
que me quites la corona de espinos
o envainemos los sables,
ni tan siquiera que trates conmigo,
tampoco voy a contarte milongas
como que te esperaré en la otra vida,
una de venganza y bombas
donde cerrar las heridas.
Quizás decida enfrentarme al viento,
ese que todo nos derrumba,
y así ganarle terreno
a esas palabras que tanto te gustan.
Pero te vas alejando, te vas alejando,
con la cabeza girada de esquivar las flechas
mientras yo me siento a observarme las manos
porque la izquierda te acaricia y te acuchilla la derecha.
Bueno, quizás sería mejor despedirme ya,
ando cazando versos en el andén entre la gente vacía,
pensando que no quiero más labios que los tuyos sin pintar
ni contemplar más mares que los que veo a simple vista.
Ni contigo ni sin ti, ni refugio ni tormenta, ni vuelta ni ida,
puedes andar con la cabeza bien alta,
porque lo que no te dí en vida
acabará muriendo en un invierno sin mantas.
Alberto Clavería