Tengo una lágrima colgando de los ojos
que no sabe cómo caer.
Yo le digo que no se preocupe,
que para eso siempre hay tiempo,
y oigo los gritos de los vecinos
a través de los tabiques
pero
creo que ella tiene miedo de caer y miedo de
ser la primera de muchas,
la pionera,
pero le hago ver que eso
no importa porque
nadie le va a echar la culpa,
mientras tanto, la gente se lo pasa bien,
sus risas se cuelan entre los barrotes de mi ventana
y los fuegos artificiales
inundan el cielo
y rebotan los casquillos y
huelo a pólvora,
pólvora que también olisquea la
lágrima,
y mientras le sigo hablando
ella ya ha caído sobre el vaso.
Alberto Clavería