Me cambió el corazón de lado
con algo que fumé,
y las mañanas duran mucho mucho demasiado
si al arrimarme no tengo a quién,
y los mediodías me llegan tarde
queriendo saltar encima mío,
y hacia el anochecer tus abanicares
me hacen querer tirarme al río,
y el periódico se hace corto
de tanto incluir noticias malas,
y a veces el silencio se vuelve loco
porque me niega el nirvana,
y las estrellas se acercan un poquito
para que las acaricie entre mis dedos,
y el sol no sabe nada de abanicos
porque la luna le pasa el plumero,
y me siguen las miradas de las fotos,
como diciéndome “Así te habrías de ver”,
y se pierde entre la bruma tu kimono
mientras yo alargo la mano a través,
y los muros se derrumban cuando pasas a su lado
echando a volar tu falda,
y me vuelvo a casa derrotado
para encontrarme con fuego y lava,
y se oyen ruidos de fondo
cuando pienso en besarte,
y aún no afilo los versos del todo
porque podría dañarte,
y de cada botella que abro
sale el mal genio,
y si me ensucio me lavo
con el agua de un charco gélido,
y la vida ya no es vida
cuando empiezas a faltarme,
y yo mismo me pongo la puntilla
cada día a media tarde.
Alberto Clavería
con algo que fumé,
y las mañanas duran mucho mucho demasiado
si al arrimarme no tengo a quién,
y los mediodías me llegan tarde
queriendo saltar encima mío,
y hacia el anochecer tus abanicares
me hacen querer tirarme al río,
y el periódico se hace corto
de tanto incluir noticias malas,
y a veces el silencio se vuelve loco
porque me niega el nirvana,
y las estrellas se acercan un poquito
para que las acaricie entre mis dedos,
y el sol no sabe nada de abanicos
porque la luna le pasa el plumero,
y me siguen las miradas de las fotos,
como diciéndome “Así te habrías de ver”,
y se pierde entre la bruma tu kimono
mientras yo alargo la mano a través,
y los muros se derrumban cuando pasas a su lado
echando a volar tu falda,
y me vuelvo a casa derrotado
para encontrarme con fuego y lava,
y se oyen ruidos de fondo
cuando pienso en besarte,
y aún no afilo los versos del todo
porque podría dañarte,
y de cada botella que abro
sale el mal genio,
y si me ensucio me lavo
con el agua de un charco gélido,
y la vida ya no es vida
cuando empiezas a faltarme,
y yo mismo me pongo la puntilla
cada día a media tarde.
Alberto Clavería
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