Vuelves a casa,
a cuatro patas,
muy bebido,
lo que sea,
ves un gato en tu calle
y te paras, tambaleándote.
Te mira,
le devuelves la mirada a través de mil rejas,
das un pisotón para ahuyentarlo
pero no se mueve,
y piensas que aquí hay algo que falla,
las leyes animales se van a tomar el viento,
entonces te da por acercarte a él y
milagro,
se aleja un poco,
lo suficiente como para mirarte
antes de irse por patas y saltar una verja
para no volver.
Es el momento de rascarte la cabeza
y pensar
“Dios santo, qué bien me sentía
cuando el gato me miraba”.
Alberto Clavería
a cuatro patas,
muy bebido,
lo que sea,
ves un gato en tu calle
y te paras, tambaleándote.
Te mira,
le devuelves la mirada a través de mil rejas,
das un pisotón para ahuyentarlo
pero no se mueve,
y piensas que aquí hay algo que falla,
las leyes animales se van a tomar el viento,
entonces te da por acercarte a él y
milagro,
se aleja un poco,
lo suficiente como para mirarte
antes de irse por patas y saltar una verja
para no volver.
Es el momento de rascarte la cabeza
y pensar
“Dios santo, qué bien me sentía
cuando el gato me miraba”.
Alberto Clavería
1 comentario:
Són uns bitxos increiblement curiosos els gats, eh?
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