martes, 15 de julio de 2008

"Romance del cauce seco", de Alberto Clavería


Ayer pensé en ti, lenta pero intensamente,
mientras recorría kilómetros de ríos de cauce seco.
Con el ansia de estar mojado, pasé debajo de mil puentes
sin ser capaz de encontrar las puertas del infierno.
Deambulé por los más oscuros callejones,
me empapé de la mugre de la calzada,
intentando pisotear las flores
que nacen y mueren de madrugada en madrugada.

Y es entonces cuando eché en falta algo en los labios,
algo que rebotase en una pared,
que me diga que no soy yo, que es el morapio,
el que cabalga quemándome desde el ayer.
Pero los cauces estaban tan secos, tan desolados,
que se abrazaban a una gota de agua como si fuera oro
y quizás hoy se den por besados,
quizás mañana embistan como un toro.

El río baja seco, los lugareños encienden sus cigarros
como el perdedor que sigue peleando
y no entienden de poesía, solo de guijarros
que arrojan al río vació que no entiende de bandos.
Al mismo tiempo, se deslizan por el sumidero
los ecos de los cantos de sirena,
hartos del puedo pero no quiero
y de acabar lamiendo la piedra.


Alberto Clavería

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