martes, 31 de marzo de 2009

"Seremos pasto de ángeles", de Alberto Clavería

No te desengañes, Julieta,
los ángeles desdentados
se han de pelear por lo que quede de
nuestros huesos.
Y aún eso nos dolerá
como duele la sangre al pasar por
las venas abiertas.

Hundirán sus encías desnudas,
hundirán durante milenios
en lo poco de carne que nos quede.
Y a pesar de eso no me arrepentiré jamás
de intentar ser Romeo.


Alberto Clavería

Carta de Charles Bukowski a Sheri Martinelli


tal vez 29 de abril, sesntyuno, estados nidos

Sí, Shed:
Dile (...) que soy un viejo silencioso que bebe cerveza por galones porque le faltan tripas
la gente que viene a verme (e intento que no ocurra tal cosa) dice lo mismo que el poeta William Pillin,
vaya, creía que eras MÁS JOVEN...
o como una mujer con la que viví:
dijo:
no sé, creía que serías más...
¿Más QUÉ?
¡Bueno, más fogoso! o algo así. Al leer tus poemas me pareció...
No entienden que un hombre puede estar sentado en una silla parpadeando igual que una rana sobria y es un lento filtrarse de la luz, hacia el interior... y si alguna vez por fin te pones histérico como toda criatura debe hacer al cabo cuando los nervios están a flor de piel... corren al amante secreto para hablarle de la bestia.
;;;este cabezón no quiere leer; lucho a brazo partido con cantidad de mierda en otras partes, y tengo que establecer mis propias leyes para las horas en que no trago mierda para así poder respirar.


Charles Bukowski

jueves, 26 de marzo de 2009

"Disfraz", de Alberto Clavería

"Se dicen muchas cosas sobre mí.
Si dejamos de lado las que son mentira,
la mayoría no son verdad
y el resto tampoco."

El célebre desconocido, Sergi Puertas.

A veces te disfrazas de escorpión y me lanzas duras miradas de soslayo
desde debajo de las piedras,
y aún en las mejores noches
oigo tus gruñidos desde lejos.

Y me viras,
me soplas las velas
con las pestañas,
para reírte mientras me alejas.
Subo los escalones
pero yo mismo me tropiezo,
“y solo sale cero, y cero,
yo solo espero ser más certero”*
e intentar caer de pie.

Saboreo las pocas gotas de rencor que me dejas
después de jugar conmigo
a decirme con la boca que no
y con los ojos que sí.

Y ahora qué,
¿qué cara quieres que ponga,
que disfraz debería escoger del armario?
¿Con qué agua voy a regar mis palabras
si solo me proporcionas negro material?

Cada día voy disfrazado de algo diferente.

A veces salgo de casa con el corazón ya roto
y me camuflo con la niebla,
que se ondula a mi alrededor
hasta hacerme desaparecer.

También hay días en que
no me alcanzan los prados
para dar volteretas,
y brotan las palabras solas y
florecientes de esperanza.

Por lo general,
voy de puntillas por esto de la vida
como si mañana repartieran la suerte,
y me llevo conmigo
pequeñas gotas de lluvia
que jamás quisieron llegar al mar.

Dejo diminutos trozos de vida
en cada paso que doy,
y me desangro de la piel pa’ dentro
desahuciado en mi fuero interno.


Alberto Clavería
(* Estos versos son de "Poesía difusa", de Nach.)

"Segundos de eternidad", de Karmelo Iribarren

Faltan unos segundos
para que el taxi
arranque
y se la lleve
a través de las calles
de esta ciudad
-quieta y silenciosa
en la madrugada- para siempre.
Unos segundos apenas
que los dos aprovechamos
-no sé con qué fin, no puede haberlo,
solo hemos intercambiado unas palabras-
para mirarnos y decirnos todo
lo que quizás nos hubiésemos dicho
a lo largo
de una vida.
Una vida
entera ahí, en una mirada
que sólo puede durar
unos segundos:

lo que duran a veces
los momentos
que la iluminan de verdad.


Karmelo Iribarren

lunes, 23 de marzo de 2009

"Empezar la escalera por el medio", de Alberto Clavería

Hace años,
andando por Barcelona,
sin rumbo ni meta,
me senté en un banco del Paseo de Gràcia
a fumar un cigarrillo
con el firme propósito
de no pensar nunca más.

(Por aquel entonces
yo aún construía las escaleras
empezando por la parte de abajo
y con suficiente material para acabarlas.)

Se levantó algo de aire
y el viento trajo hasta mis pies una nota de papel.
La cogí y la leí en voz alta.

(Después, me dediqué a hacer equilibros
suspendido en el vacío,
y es que por aquellos tiempos
me dedicaba a construir las escaleras por la parte de arriba.)

El papelito decía
“Hombre dulce, amarás lo amargo”.

(Y ahora, ahora estoy entre aquí y ninguna parte
pues esta escalera la inicié por el medio,
y ya avance por arriba o por abajo
me voy a despeñar.)


Alberto Clavería

"Club de lucha" (fragmento), de Chuck Palahniuk

Es sábado por la noche y estamos sentados sobre dos neumáticos pinchados en los asientos delanteros de un Impala del 68, en la primera fila de un aparcamiento de coches de ocasión. Tyler y yo charlamos y bebemos latas de cerveza; el asiento delantero de este Impala es más grande que la mayoría de los sofás que tiene la gente. Hay otros aparcamientos como éste a lo largo del paseo; en el ramo los llaman Lotes de Cafeteras y todos los coches vienen a costar unos doscientos dólares. Durante el día, los gitanos a cargo de estos aparcamientos se meten en sus oficinas de madera contrachapada y fuman puritos largos y delgados.
Estas viejas bañeras son los primeros coches en los que los críos iban al instituto: Gremlins y Pacers, Mavericks y Hornets, Pintos, rancheras de la International Harvester, Camaros, Dusters e Impalas. Coches que la gente apreciaba y luego abandonó. Animales que se venden a peso; vestidos de dama de honor en el mercadillo benéfico de la Buena Voluntad. Tienen abolladuras; las aletas y el capó delanteros están pintados de negro, rojo o gris, y hay grumos de masilla que nadie se preocupó de lijar. Interiores de plástico imitando madera, cuero y cromados. Por la noche, los gitanos ni se molestan en cerrar las puertas de los coches.
Las farolas del paseo iluminan el precio pintado en el parabrisas del Impala, un parabrisas enorme y envolvente como una pantalla de Cinemascope. Vea Estados Unidos. Cuesta noventa y ocho dólares. Desde el interior parece que fueran ochenta y nueve centavos: cero, cero, coma, ocho, nueve. Norteamérica te pide que llames.
Aquí la mayoría de los coches valen unos cien dólares, y todos llevan un contrato de venta TAL COMO ESTÁ colgado en la ventanilla del conductor.
Escogimos el Impala porque si había que dormir en un coche aquél sábado por la noche, éste era el que tenía los asientos más grandes.


Chuck Palahniuk

viernes, 6 de marzo de 2009

"Al otro lado de la valla", de Alberto Clavería

Le doy puñetazos a la pared
hasta que salta la pintura
y, finalmente, aparece el yeso.

Me hablan de cómo
la hierba parece más verde
al otro lado de la valla
cuando yo nunca he sabido
ni de hierbas verdes
ni de otros lados
ni mucho menos de vallas.

De lo único que sé es de
apoyarme en las paredes
a esperar,
a esperar
Dios sabe qué
y, para no volverme loco,
sé de la sangre fluyendo por mis venas,
que es lo único que hoy tú y yo
tenemos
en común.

Le doy puñetazos a la pared
hasta que salta la pintura
y, finalmente, aparece el yeso.


Alberto Clavería

miércoles, 4 de marzo de 2009

"El ruido tras de mí", de Alberto Clavería

La cera deja paso a la lumbre,
que rompe la oscuridad con silenciosos rayos
que ni tan siquiera amenazan
a la sombra que reposa sus manos
en mis hombros.

Podría girarme,
podría girarme para ver
que no hay nada ni nadie tras de mí.
Pero no quiero hacerlo,
prefiero mantener el misterio.

Para cuando me gire podrías haberme amado,
podrías haber entrado en razón,
podrías haberme dejado.

Es cuestión de segundos.

Podrías calzarte las botas de siete leguas,
podrías haber besado más bocas de las que puedes besar,
podrías haber conducido mil kilómetros de carreteras
que nadie sabe dónde van.

Por eso, cuando oigo un ruido tras de mí
nunca miro.


Alberto Clavería

"La cárcel más oscura del planeta", de Vicente Muñoz Álvarez




Bien, vale, estos nervios
esta infructuosa lucha

quién me llama
qué me quema dentro
de quién son estas voces

el enemigo atroz
que soy yo mismo
en este cuerpo
en mi prisión

para renacer de mis cenizas

qué filosofías religiones
pueden explicarlo

mi autodestrucción

cien formas distintas de morir
de asesinarme
y nunca hay tregua

mis verdugos siempre acechan
conspiran cada noche una revolución
una ejecución un crimen

por nacer con tantas almas
mi estómago es un caos de fuego
mi cuerpo un ataúd

la carcel más oscura del planeta
soy yo mismo.


Vicente Muñoz Álvarez

"París-Dakar", de Alberto Clavería




Mi alma,
mi alma está
condenada como yo,
el piloto del Dakar que,
patidifuso,
se fuma apoyado en un cactus
el pitillo de las emergencias
mientras la moto humea entre las dunas.
(Lo creas o no,
encendí el cigarrillo con las llamas
que salían del motor de aquella maldita moto)

Ahora es cuestión de esperar
la ambulancia
o la muerte,
la que llegue antes,
en el fondo me da igual.

Allá, hacia el horizonte, se ve algo en el cielo.
Serán ángeles,
o buitres,
o espejismos que vienen a firmar mi condena.
Cristo, espero que sean o ángeles o buitres.

Lanzo mi casco contra la arena,
intentando que por lo menos haga ruido,
un ruido que me haga sentir vivo.
Pero no.
Pero no,
solamente levanta un poco de arena
que veo diluirse justo antes de tocar mis ojos.
Supongo que es mi día de suerte.

Apago el pitillo,
no sea que ocasione un incendio en este
bosque de áridas dunas
para unirse al fuego de mi moto,
ya apenas un negro armazón de metal
que huele a plástico derretido.

Si se extiende el fuego,
cosa que dudo,
qué más da?

Qué más da si no tengo agua ni para mí?
A quién maldeciré si mi cantimplora tiene un agujero?

Veo humareda,
alguien se acerca,
parece que es el equipo de rescate,
parece que me localizaron,
después de todo la fortuna me ha sonreído y-
un momento.

No es ningún coche.
Es una tormenta de arena.

A toda prisa
marco mis iniciales en el cactus,
enciendo una cerilla,
busco otro pitillo.

Pero no lo hay.
Y la cerilla se la lleva el viento.


Alberto Clavería

martes, 3 de marzo de 2009

"Tira los dados", de Charles Bukowski


Si vas a intentarlo
ve hasta el final
de lo contrario no empieces siquiera
Tal vez suponga perder novias
esposas, familia, trabajo
y quizá la cabeza.
Tal vez suponga no comer durante
tres o cuatro días
Tal vez suponga el arte
en el banco de un parque
Tal vez suponga la cárcel
Tal vez suponga humillación
Tal vez suponga desdén, aislamiento
El aislamiento es el premio
Todo lo demás es para poner
a prueba tu resistencia,
tus auténticas ganas de hacerlo
y lo harás
A pesar del rechazo y
de las ínfimas probabilidades
y será mejor que cualquier cosa
que pudieras imaginar
Si vas a intentarlo,
ve hasta el final
No existe una sensación igual
Estarás sólo con los dioses
Y las noches arderán en llamas
Llevarás las riendas de la vida
hasta la risa perfecta
es por lo único que vale
la pena luchar.


Charles Bukowski