martes, 21 de abril de 2009

"BAR FRANKFURT, ENTENZA", de Sergi Puertas

Tú estabas borracho, eso lo primero
y de pronto te hallabas frente a un desconocido
que la mayor parte de las veces
parecía buena persona y afable.
Entonces se disculpaba, se ponía en pie
y se dirigía a la barra. Se colaba tras ella y le decía al dueño:
Oye, Salva, te cojo un poco de Albal.
Y papel de aluminio en mano
se dirigía a los lavabos
de donde regresaba
tembloroso y sudoroso
con las manos en los bolsillos
y con esa mirada.

En adelante aquel desconocido ya no hablaba más
y en adelante lo más recomendable era no hablarle:
Cualquier comentario banal podía ser interpretado como amenaza
cualquier observación como insulto
y cualquier pestañeo como insinuación.
La verdad, visto con perspectiva
no sé qué hacia yo allí.
Supongo que por aquel entonces
ya me había dado cuenta
de que para comerse el mundo
se precisaba hambre y de que yo era inapetente.
Tal vez quisiera información de primera mano acerca de cómo les va a los desganados.

Además, me inquietaba el contraste de la rigidez de mi entorno
con la ternura de mis carnes y mi naturaleza masticable.
En todo caso estaba borracho, eso lo primero
y cuando al grito de ¡Todos fuera!
Salva echaba mano de la persiana de acero
yo me precipitaba al retrete a echar la última meada
y me miraba al espejo
y veía que pese a no trastear con el papel de aluminio
también yo tenía esa mirada
y entonces caía en cómo
a lo largo de la noche, todos todos
se habían guardado mucho mucho
de decirme nada nada.


Sergi Puertas

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