Sin darme cuenta,
empujé el vaso hasta el borde de la mesa.
Recé para que no se rompiera,
para que su contenido no manchase la alfombra,
me conformaba con una pequeña marca
en el cristal,
me conformaba con el susto.
Pero el tiempo no se detuvo,
Dios debía estar de vacaciones, y
el vaso, finalmente,
se quebró contra el suelo.
Saqué la escoba,
diabólico instrumento de mi ignominia,
y empujé los trozos de cristal
hacia el Montón de los Vasos Rotos.
Alberto Clavería
empujé el vaso hasta el borde de la mesa.
Recé para que no se rompiera,
para que su contenido no manchase la alfombra,
me conformaba con una pequeña marca
en el cristal,
me conformaba con el susto.
Pero el tiempo no se detuvo,
Dios debía estar de vacaciones, y
el vaso, finalmente,
se quebró contra el suelo.
Saqué la escoba,
diabólico instrumento de mi ignominia,
y empujé los trozos de cristal
hacia el Montón de los Vasos Rotos.
Alberto Clavería
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