Me miró de arriba abajo
y me dijo “eres un esquina rota”,
yo le contesté “pero qué me estás contando”,
en la taza se enfriaba la última gota.
Creo recordar que se fue poco después.
Aquella noche no dormí muy bien,
sus palabras quemaban como carbón,
como si en lugar de cuatro fueran cien
se amontonaban bajo el edredón,
allí donde acaban los pies.
Por la mañana llamé y dije “Cómo puedes ser tan cruel,
he pasado una noche fatal, alma de espanto”,
hubo un silencio y contestó después
“pero qué me estás contando”.
Le estaba bien empleado.
Alberto Clavería
1 comentario:
Mi favorito. Me encanta que sea una historia asi de redonda que como empieza termina.
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