Que saquen los violines del ataúd, copón,
que hoy me he puesto tierno
porque la cuchilla quiere conocer a quién le hirió
y hacerle vivir un pequeño infierno.
Cuando solo buscas ser un perro callejero
pero ni eso logras arañar,
lo más fácil es trazar un lazo alrededor del cuello
y quejarse de no conseguir nada más.
No supe parar a tiempo,
y cuando me dí cuenta
era todo carne y venas, sin piel,
y ese avinagrado sol que sabe a hiel
me quemaba la espalda por las cunetas.
Ni cascadas de sentimientos ni arco iris,
porque quizás hoy no pueda comer
si me pongo a recordar
esos árboles que eran todo rama sin brotes.
Alberto Clavería
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